Alza torres tan altas como montañas resplandecientes en el horizonte, crea islas tan bellas como el reflejo del sol en la arena del desierto, extiende tus manos hacia el cielo y te preguntarás por qué es tan abrumador el ver las señales que un día caerán sobre el firmamento.
La mismísima belleza de las señales dará su veredicto, y la belleza será quien preceda a la putrefacción. Así como nos hemos destruido, así nos destruiremos. Nos hundiremos en nuestros propios charcos de veneno, mientras algunos, consternados se preguntarán qué hacer ahora con sus fortunas. Aquel que esclavizó al hombre a cambio de riquezas acabará ardiendo entre sus propios tesoros. Los abismos de oscuridad por donde vagan los soberbios se agrandarán abriendo paso a todo aquel que no siguió el consejo de los sabios.
Si hubiera salvación de algún tipo, solo se salvará aquel que esté preparado para obtener el conocimiento, pues si no, nunca conseguirán verlo... Ni delante de sus ojos. Salvado será el puro de corazón que se alegrará incluso de ver las bellas señales.
Yo soy el que todos adoran con diferentes nombres, mas no tengo nombre alguno.
Soy el arte en el artista y quien inspira al poeta.
Soy el valor de los valientes y, también, Soy la débil voz que en la calle pide abrigo.
Soy la fuerza de los fuertes y la ternura en las madres.
Soy la energía del Sol y la luz de las estrellas.
Soy la sabiduría de los sabios y el fervor en los que oran.
Porque Yo Soy la alegría en el que goza y, también, la lágrima del que sufre.
Soy un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna.
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